
Reseña de rock para una revista de Rock
Por Moisés Ernesto Contreras Contreras
Hablar de música, sin abarcar un todo, sería casi imposible, pero podríamos intentar el ejercicio de la analogía, partiendo de la inclusión…
Hablemos de música:
La música y la muerte, vienen en un mismo vinil en los días presentes, no se puede comprar un disco de acetato sin escuchar el lado A y el lado B, o desprender a la vida de la muerte como si fuera el cierre de una falda de chica de prepa, que jamás fue bajada o en su defecto subida.
Todos aquellos que tenemos estrías en la comisura de los ojos, tenemos derecho de antigüedad y por tal motivo, podemos jactarnos de una buena educación, con una cuántica ecuación nostálgica, de escuchar desde un elegante bolero, a una extraña melodía del Duke Bowie, con su ojo biónico y vendiendo de puerta en puerta el mundo, de la reina del mercurio, que le dio sentido a la homosexualidad, dominando de manera fálica el micrófono como nadie, del inmejorable Presley, de alma negra, de voz oscura, de muchas hamburguesas mezcladas con tomates y dulces drogas, reafirmando lo antes dicho, una buena educación.
Y entonces estaban nuestros hijos, peor aún, los hijos de nuestros hijos, esos pobres desvalidos, que venían desvelados desde el vientre, desde el aterrador silencio.
¿En qué problema nos habíamos metido? con los walkman con la pila baja y el discman con el cargador improvisado, el sudor frío a la respuesta no pedida, la caguama caminera dentro de la mochila y la música apenas escuchándose en psicofonías, en letanías que cortaban su vida como en fase terminal… (sin sarcasmo.)
Cobain y su biblia de “las cosas malas” y la escopeta sin balas de salva, estaba señalada la historia del Grunge, Scott Weiland y sus huesos de fibra de vidrio… las drogas no deberían de ser tan malas para los talentosos.
Tantos muertos, el capitán Cornell, ahorcado por sus propias octavas vocales, pareciera injusta la vida, pero… es realmente equiparable, siempre tiene que caer una estrella, por un millón de mortales.
Es una obviedad que nos estamos muriendo con nuestros héroes, que somos sus soldados caídos, que nuestra música está en tierra de panteón, a Dios gracias, aún nos quedan los sobrevivientes, Tool, rogamos contigo, llévanos al futuro, Waters, nunca te mueras.
Aun ahora nos quedan algunas dosis de NIN, de Pearl Jam, Eddy Veder, ahora con el estandarte de la voz. Desde argentina se levanta la mano de Dios y no es la de Maradona, si no la del maestro Gustavo Cerati.
Hablemos de rock, abramos las tumbas y de ser necesario hagamos una sesión espiritista, el rock and roll muere con nosotros, lo estamos dejando morir, solo quedan ya sus huesos…
Blind Melón, como te encantaba pasearte en las venas, INX, buscando siempre el final inesperado, el chiste no contado del que se asfixia sin eyaculación, pero logrando sus múltiples orgasmos, Emy Winehouse, nadie como tú para llorar alcohol.
Doña Susana, le subía a todo el volumen para escuchar el sargento pimienta, mientras nos arreglaba a mí y al resto de los muchachos para llevarnos a la escuela en su maravilloso Mustang azul metálico y de manera automática nos adentraba muy de adrede, en el misterioso Dark Side on the Moon.
Recuerdos efímeros de llegar a la casa del carnal y que el chingón, te recibiera con una dotación surtida de Janis Joplin y un buen fume, el carnal del tocadiscos con el sonido maravilloso de lluvia, todo nos permitíamos, el tiempo era nuestro, en esa habitación que ahora solo tiene polvo, algunos santos en sus espectaculares posters, a los que ya no se les escucha, ni reza.
La música está muriendo, hagámonos responsables, Hendrix lo sabía, Hendrix, todo lo sabía, era magia negra, de otra galaxia, el profeta Marley que todo lo sanaba, excepto su pie, “no woman, no cry”, que, aunque la estrella se haya apagado, la música no se entierra, al contrario, le da un buen viaje a los pasajeros que han de llegar antes que cualquiera a un buen infierno o al menos a un exótico paraíso.
¿Quién no cursó la prepa, sin estar inscrito, cuando MTV era un buen canal de música?, cuando aún se podía secuestrar de manera sana un camión de ruta que nos llevara a volvernos pequeños malhechores al asaltar un expendio de ricas bebidas refrescantes, mientras tanto en la radio sonando los Smashing Pumpkins y su ya triste 1979, los Beastie boys, intergalactic y obviamente The Reage Againt the Machine.
La nostalgia era Radiohead, el cartón de caguamas, la banda, la nalga y el toque de magia, la tronadora clonazepam, el bocho como tanque de guerra y de bandera el rock and roll.
Hoy los noventas ya se fueron a Japón, al bosque de los suicidas en un tren sin frenos y los dos miles no se perciben nada alentadores, el morador del inframundo, acaba de cumplir mil doscientos años, rodando con sus piedras, que ya también son de polvo.
Hoy, es ya dos mil diez y siete, se enmohecieron los estoperoles y de la larga cabellera solo quedan unas vergonzosas fotografías de recuerdo.
Entonces, hablemos de música, el rock, está muriendo, se fue haciendo viejo, de su ADN, nada queda, más que algunos abortos, que pueden escucharse tomando cerveza sin alcohol, mientras se enchinan las pestañas. El rock and roll es un mezcal de sangre sin color, que tendrá la peculiaridad de ser, entre más puro, mejor.
Hoy mi casa, la habitan fantasmas, platican con mis hijos, sé que ellos los escuchan, los he escuchado tararear sus notas, efectivamente el rock and roll muere, sin embargo, nada me preocupa, estoy comprometido con la causa, si el rock muere, yo muero con él.